China: La revolución socialista de Mao Tsé-tung
Durante el siglo XIX, el imperio chino fue un mercado codiciado por las potencias europeas, y más tarde por el Japón y los Estados Unidos. Aunque China no fue colonizada, las luchas sociales y políticas que se produjeron estuvieron relacionadas con la intervención de las potencias extranjeras. Al concluir esas luchas China se convirtió en un Estado socialista de gran influencia entre los países del Tercer Mundo.
El proceso histórico se inició en 1911 cuando una rebelión intentó reemplazar el antiguo imperio por una república, pero no logró consolidarse debido al poder económico y militar que tenían los grandes terratenientes que se negaban a aceptar un gobierno centralizado. China tenía una sociedad mayoritariamente rural, escasa industrialización y débil urbanización.
En 1923 se impuso un gobierno que unificó el país con el apoyo de dos fuerzas:
· Los nacionalistas del Kuomintang, Partido Nacional del Pueblo, dirigido por Chiang Kai-shek.
· Los comunistas, liderados por Mao Tsé-tung
La alianza duró poco, el Kuomintang, apoyados por sectores medios y burgueses, era partidario de “occidentalizar” China. Los comunistas en cambio proponían transformaciones sociales y económicas profundas, tales como repartir los latifundios entre los campesinos sin tierra. En 1927 el general Chiang Kai-shek, apoyado por los terratenientes y por Estados Unidos, expulsó a los comunistas del gobierno e instauró una dictadura militar.
El Partido Comunista Chino inició una activa campaña en las zonas rurales y movilizó a los campesinos contra las tropas del gobierno, ocupando las tierras de los grandes latifundistas. Así lograron simultáneamente organizar el Ejército Rojo para enfrentar al Kuomintang y repartir las tierras entre los campesinos.
El gobierno desplegó sus tropas sobre los territorios controlados por los comunistas. Frente a esta ofensiva en 1934, 100.000 personas, seguidores de Mao iniciaron una marcha, llamada la “Larga Marcha” hacia el norte del país, recorrieron 9.600 km., luchando permanentemente con las fuerzas del Kuomintang, en octubre de 1935 Mao y unos 8.000 sobrevivientes instalaron su cuartel general en la región de Yenán, donde organizaron una república de carácter socialista.
Entre 1937 y 1945, la invasión japonesa detuvo la guerra civil. Las fuerzas del Kuomintang y las del Partido Comunista se aliaron contra el enemigo exterior. Cuando el fin de la Segunda Guerra Mundial marcó el fin de la guerra con Japón, la lucha se reanudó.
En la región que estaba bajo el mando de Chian Kai-shek, la situación de pobreza de la población se agravaba. La ayuda financiera de los Estados Unidos (dinero, armas y medicamentos) para evitar el “avance comunista”, no era suficiente, se generalizaba la corrupción, el gobierno se desacreditó y la crisis se profundizó.
Este deterioro fortaleció la posición de los comunistas liderados por Mao, quienes aparecieron como los únicos que habían enfrentado al enemigo japonés, sin asistencia exterior, y favoreció la difusión de sus propuestas de cambios revolucionarios para mejorar las condiciones de vida de los campesinos. Mao logró articular ideas nacionalistas con una propuesta de cambio social.
En 1949, el Ejército Rojo logró controlar todo el territorio del país y proclamo la creación de la República Popular China. En el plano económico las primeras acciones fueron la extensión de la reforma agraria en todo el país, la nacionalización de la industria de capital extranjero y la elaboración de un Plan Quinquenal para desarrollar la industria pesada.
En 1958, Mao impulsó la política llamada del “Gran Salto Adelante”, con el propósito de lograr el aumento de la producción agrícola e industrial, avanzó hacia la completa colectivización del campo, fueron eliminadas las cooperativas y toda otra forma de propiedad privada, y movilizó a la población comprometiéndola en la organización de “comunas” que debían alcanzar el autoabastecimiento. La experiencia fracasó por dos años de malas cosechas y la precariedad tecnológica e industrial.
A pesar de las dificultades que enfrentó, después de la Segunda Guerra Mundial, el Estado socialista chino se convirtió en una de las grandes potencias del mundo, su enorme peso demográfico lo convirtió en la principal potencia militar de Oriente.
Desde comienzos de la década de 1960, los dirigentes del Partido Comunista Chino discutieron sobre la orientación económica y política que debía seguir el socialismo en China. Mao pretendía profundizar la colectivización rural y la eliminación de todas las diferencias sociales, advertía que se había consolidado un sector de burócratas del Partido Comunista que tenía privilegios y abusaba del poder político, a los que acusó de “aburguesar” el Partido. Las ideas de Mao fueron resistidas. La lucha ideológica entre maoístas y jerarcas del Partido Comunista estalló en 1966, los partidarios de Mao (ejército, universidades y comunas agrícolas) lanzaron una campaña de debates y movilización para expulsar del Partido a los dirigentes que “seguían el camino capitalista”, la sociedad vivió entonces la llamada “Revolución Cultural”.
Ante la generalización del caos social, Mao moderó sus propuestas y, luego de reafirmar su liderazgo y de purgar a los burócratas, logró estabilizar la situación política.
En 1976, luego de la muerte de Mao, retomó el poder la línea “pragmática”, entonces se inició un proceso de ‘desmaoización’, que incluyó la limitación de las expresiones opositoras y la introducción de reformas económicas orientadas a la producción capitalista, abierta al as inversiones de capital extranjero.